lunes, 13 de septiembre de 2010

La verdadera cara del infierno

La niebla se eleva desde el suelo, la luz, se extingue, pronto las ánimas se levantaran y mostraran la verdadera cara del infierno. Las húmedas calles atestadas de lamentos se quiebran en presencia del señor de las tinieblas.

Gritos escapan del departamento más alto de un edificio antiguo que se haya en una de las zonas más lúgubre de esta patética ciudad. Sonidos, más animales que humanos, dominan la atmósfera por un fugaz momento... silencio... peste.

Pasadas dos semanas del extraño incidente, los vecinos perciben un olor pútrido que proviene del departamento. La policía acude a investigar.

La primera imagen... La entrada de un miembro de la policía en lo que suelen llamar " la escena del crimen", es difícil de describir: Un ingenuo oficial entrando al derruido departamento; las nauseas se apoderan de su ser inmediatamente. Un dolor punzante en la parte central del cerebro, similar al que se presenta en las personas exhaustas, lo aqueja. La atmósfera es mórbida en muchos aspectos, los olores descompuestos, masas que asemejan trozos desiguales de carne sangrante, esparcidos por el suelo; charcos pegajosos y goteras desagradables. Un poco asustado el oficial decide continuar.

En una de las esquinas de lo que podría ser la sala de estar una presencia que no parece humana ni animal se mueve, dando así pruebas de su animada condición. Es una masa amorfa de colores cambiantes entre el rojo, el negro y el pardo, palpitante y dotada de una especie de tentáculos repartidos en su cuerpo a intervalos irregulares. Emite un sonido similar a la mezcla del masticar de un cerdo y de un gemido, que bien podría ser propio de un asmático entrando en crisis.

La palabra "terror" adquiere un nuevo significado para el policía petrificado que deja escapar solo un gemido, un fatal gemido que revela su presencia hasta ahora inadvertida. La extraña criatura se percata de su compañía e inicia una lenta marcha hacia esta.

El amorfo ser avanza... Un creciente dolor queja al oficial y ninguno de sus sentidos logra detectar el origen de este. A medida que la masa se acerca las extremidades del humano comienzan a arder, su piel se desgarra lentamente; sus ojos ahora manan sangre; un intenso calor lo acosa, siente brasas en su interior y brasas en su en rededor. Su carne se abre sin más y sus órganos internos estallan, mas no puede morir, esa cosa no lo dejara. Extrañas alucinaciones irrumpen en su mente.

Escenas de mujeres, hombres, ancianos y niños; llorando, sufriendo, suplicando, agonizando, desollados, mutilados, invaden su mente. El demonio frente a él continua su lento avanzar. Con la cercanía las sensaciones se multiplican. Las imagenes insertadas en su cerebro son acompañadas con las alteraciones de los personajes protagonistas de estas, él recibe su castigo y simultáneamente el castigo de todas las victimas del pasado de aquella criatura.

El oficial, en un inútil intento por escapar, trata de correr hacia la puerta y cae al suelo. Súbitamente un respiro llega a él, recupera el control o parte de este, busca la salida a rastras con los sentidos desorientados y una vaga percepción del tiempo y espacio. Los miembros destrozados y el cuerpo en llamas le impiden moverse. Esta desesperado y con un terror extrahumano intenta alejarse de aquella maldición.

Una intensa luz azulesca entra por la ventana y rodea el agonizante cuerpo del policía, este no intenta dar expliación al suceso, solo sabe que se siente mucho mejor dentro del resplandor. Protegido por este, es comprensible que el sujeto se sienta salvado de aquel castigo. Para desgracia del humano, esto no es así. La criatura es cruel y goza al dar falsas esperanzas a sus victimas. El resplandor es solo una alucinación más.

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